Recent Posts

martes, 25 de diciembre de 2012

No Plath, sino Hughes

Sylvia Plath conoció a Ted Hughes en una reunión que él y su grupo de amigos poetas organizaban luego de la publicación de St. Botolph's Review. Ella, delgada, hermosa, se les acercó para conocerlos. Era febrero de 1956 y cuatro meses después, en una furtiva boda en la cual solo hubo una invitada, Plath y Hughes estaban casados.

Luego de aquel otro febrero en que la atormentada Plath se desvaneció a voluntad propia en una nube de gas; luego de que Hughes —desgraciado esposo— tuviera que encargarse de todo aquella basta poética de la derrota y la canción putesca para convertirla en la sentencia del premio Pulitzer; luego de que su acto de muerte se convirtiera en todo lo contrario y su enterrada figura se levantara sobre los brazos de miles de “poetisas” resignadas; luego de todo eso, Silvia estaba más viva que nunca; y Ted, el joven poeta nacido en Yorkshire, que había conseguido reconocimiento con sus primeros textos, que había paseado su altura por la universidad de Cambridge como uno de los nuevos baluartes de la época, como un renovador de la antigua poesía inglesa, ese Ted Hughes repitió uno tras otros sus pasos detrás de la muerte. Ya no fue ex-marido, sino la “Beté Noire” que arrinconó a Sylvia hacia la desesperación y el suicidio, el que la traicionó y la dejó abandonada en la vieja casa del condado de Devon, varada en el medio de la impotencia y la rabia. La crítica, en especial la feminista, se ensaño tanto con él que pronto su obra quedó relegada a un segundo plano, en silencio, como la propia actitud de Hughes ante la prensa, un silencio de muerte, un silencio que tenía como fondo la propia poesía de Sylvia.

Y en ese estado de cosas, en las cuales nadie sabe quien está vivo o quien está muerto las ofrendas se hacen necesarias y son como capillas ardientes sobre la mesa donde el té reposa para nunca más ser bebido. Y la ofrenda de Ted fue la más justa, a él se le escapo de las manos Birthdays Letters, el último, el principal, el poemario que todos esperaban no sólo para saber un poco más de la mañoseada vida de Sylvia, sino también para saber qué tenía oculto Hughes en el silencio. Y es cierto, este poemario, aparecido en otoño de 1998, fue su último acto de silencio, la crepitación de su muerte.

Aquí en Birthdays Letters el poeta es mayor, su palabra se hace solida y deslumbra, su pensamiento pierde toda gravedad y, a través de un estilo enraizadamente conversacional, logra colocar en lo alto toda su poesía con la utilización de simples y bellas alegorías que recuerdan la mejor tradición poética inglesa y que en este caso hacen del poemario un verdadero diario intimo de la compleja vida junto a su ex-esposa, Sylvia, pero esposa como todas las demás. Todo esto no solo para de alguna forma librarse de las críticas que por años le llovieron, ni de expresar su profunda culpa y su profundo amor por Sylvia —eso solo es parte de la anécdota—, sino ante todo, lejos de apasionamientos, la de expresar su magnitud poética.

Las ofrendas entonces se materializan en sueño, el sueño en poesía, la poesía en un poema: Llevabas sólo dos meses de muerta,/ y estabas otra vez súbitamente ahí, a mi alcance./ Tomé la Northern Line en Leicester Square,/ me senté y ahí estabas. Y ahí/ comenzó el sueño que no era ningún sueño. Así se muestra el Yo poético en el poema, incapaz de reconocer los límites entre la vigilia y el sueño, entre la vida y la muerte. ¿Qué hace un difunto en Leicester Square? El mundo creado por Ted Hughes es uno donde habitan los miedos, el dolor, la culpa de algo sobre lo cual no se tiene dominio, tanto que se unen al mundo real, en el que todo habitamos. Estos espectros acompañan al poeta y no puede ignorarlos, más ellos sí: Tu papel en el sueño era ignorarme. Y así lo hace, no importa si es Sylvia Plath, la archiconocida poeta, importa que es la mujer con quién en su momento todo lo compartía. Y el poema entonces es un acto ritual donde cada palabra intenta resucitarla y observar su rostro un poco más viejo, un poco más amarillento, para limpiarle las afrentas.

Ted Hughes, muerto en octubre de 1998, descansa su memoria en el rincón de los poetas de la Abadía londinense de Westminster, junto a Tennyson, Wordsworth, T.S. Eliot o W.H. Auden, y su último libro, como toda su vasta obra, lejana de nuestra lengua castellana, quedará como una ofrenda, como un triste sucedáneo que la muerte nos devuelve.

martes, 14 de febrero de 2012

Jorge Volpi ganador Premio Planeta-Casa de América de Narrativa


Un peruano estaba en la selección última del V Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América de Narrativa, un peruano que, para lástima de quienes les encanta sacar pecho por lo que sea, tuvo que resignarse a ver pasar frente a sus desorbitados ojos los 200 mil dólares que entregaba dicho premio. Pero vamos, no hay de qué lamentarse, porque el ganador ha sido un valor indiscutible de la literatura en nuestro idioma: Jorge Volpi. El mexicano, que algo en su rostro nos dice de algún niño prodigio y sicópata, no ha ocultado su alegría al recibir el galardón, ni tampoco la emoción al ir adelantando un poco la trama de la novela. El suplemento cultural de El País de España informa así:

"La historia de Christiana Morgan me fascinó por ser una mujer adelantada a su tiempo, sumida en una búsqueda continua de la libertad absoluta y el amor por su amante, el también psicoanalista Henry Murray. Una búsqueda que chocaba con lo tradicional de su tiempo y ponía en peligro su integridad y su vida". Así describe Jorge Volpi La tejedora de sombras, la novela con la cual ha ganado hoy el V Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América de Narrativa. Una historia de amor atormentada premiada justo en el día de san Valentín.

Yo creo que esta vez sí, Roncagliolo

Yo creo que sí. Creo que sí me animo a comprar el nuevo libro de Santiago Roncagliolo que hoy mismo, día de San Valentín, presenta en España. No debe de tardar mucho en llegar a nuestro país, así que creo que sí vale la pena sacrificar mi álgido presupuesto, porque el tema que aborda con mucha pericia me parece del todo interesante. El amante desbocado de Federico García Lorca. Dice la nota de Casa América:

   “El libro El amante uruguayo. Una historia real narra las vivencias de Enrique Amorim, un      excéntrico millonario que mantuvo una misteriosa relación con Federico García Lorca. Además fue testigo y cómplice de algunas de las más increíbles historias con varios de los personajes más relevantes de principios del siglo XX”.
   "Tras una monumental investigación por el Buenos Aires de los años treinta, la Guerra Civil Española y el París de la posguerra, Santiago Roncagliolo desvela la intimidad de los grandes genios del arte del siglo pasado, como Picasso, Sartre, Neruda o Chaplin, mostrándonos sus celos, rivalidades, amores y miserias como nadie lo había hecho hasta ahora."

Parece que sí me animo a escribirle al FB y decirle lo que me pareció su novela, e incluso, antes, preguntarle si se trata de una novela o una biografía. Por ahí le escuché decir que efectivamente se trataba de una novela, así que la duda me queda. Pero por favor, que no me salga con que es una "biografía novelada". Si es así  entonces me animo a preguntarle nuevamente, como hace un tiempo, por qué ese juego tendencioso por las historias reales. Cuál es tu fascinación por la realidad si la ficción es mucho más satisfactoria, le diría. Y a ver qué me responde. Esta vez la cosa se pone más interesante que sus anteriores trabajos. Aunque algunos me digan que Abril Rojo es una gran novela, yo aún me resisto. Pero ahora yo creo que esta vez sí.

domingo, 12 de febrero de 2012

Wislawa Szymborskano: Bajo una pequeña estrella


Hay veces sucede que los poetas tienen que realizar eventos extraordinarios para ser oídos. Eventos que escapan de la imaginación común y del hecho cotidiano. Eventos que uno espera que nunca lleguen pero que están ahí desde el primer momento en que la luz nos significa: la muerte. No interesa si ésta es provocada o natural, lo cierto es que una vez más congrega la atención de la gente, de la prensa, de los viejos y nuevos lectores. Y ahí sí que el poeta es oído, que es reeditado, leído, apreciado, llenado el vacío de su cuerpo con palabras, más palabras.
Wislawa Szymborskano, de quien ahora me digo que nunca había escuchado su nombre, fue, sin duda, una gran poeta. Lo sé ahora que Revista Ñ describe el dolor como viento helado de las decenas de miles de polacos. Lo sé porque he buscado traducciones de su poesía y quedo ahora más convencido que la muerte es un evento de luz que también nos significa.


Bajo una pequeña estrella


Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.


Versión de Abel A. Murcia

jueves, 9 de febrero de 2012

Quién te conoce Corcuera





Intro: Al pie del arca (coro)
Mario Benedetti ha dicho que Arturo Corcuera es un valor indiscutible no solo de la poesía peruana, sino también de América Latina. Y no es porque lo diga Benedetti, que más adeptos debe tener, es porque en verdad Corcuera es un poeta fundamental, proteico para las intenciones de la literatura, que es, a fin de cuentas, embellecer de alguna manera nuestro tránsito por la vida.
Y entonces cuando sucede que transita un poeta como él en Arequipa, uno se pregunta ¿Cuántas personas han sabido que Arturo Corcuera, el hombre del arca, el poeta de los 60, el de la frente pulcra como una montaña, el del cabello llovido por la luna, ha estado una vez más recitando su travesía? ¿Cuántas personas serán las que le han conocido, ya no digamos en persona, sino solo a través de su delirante verso? Digo que pocas, que siguen siendo apenas un par las especies que lo acompañan a bordo y que los demás están al pie del Arca.

Uno: La generación del 60 (Poeta)
Hay características muy precisas de una generación. En primer lugar debe de ser un grupo homogéneo, en la medida que se conocen, hacen vida común, tienen un aire de familia, los congrega ideas afines, un hecho político, como fue la revolución cubana, y tienen lecturas comunes, que es lo que sucedía con nosotros. Con Javier Heraud, Naranjo, parábamos todo el día y casi toda la noche juntos, leíamos cosas comunes, nos prestábamos libros, nos corregíamos. Yo le leía mis poemas, ellos me leían y nos decíamos cosas al respecto “no hermano, esto no”, teníamos mucha confianza. Incluso a veces, no poesía, pero hemos publicado cosas con otros nombres. Yo por ejemplo he publicado con el nombre de Cesar Calvo y el de Naranjo y viceversa. Cesar colocaba juicios en las solapas del libro con otro nombre. O sea había esa familiaridad y esa confianza en la que ni uno de nosotros se molestaba.

Intermedio: El diluvio comienza (coro)
Corcuera llega con una caja de chocolates La Ibérica y sube las empinadas escaleras del Arca. Se aposenta en el dormitorio asignado a su nombre y descansa su testa pulcra y blanca como una montaña. Luego de un momento sale, observa el cielo y acierta a refugiarse bajo una sombrilla donde enciendo el aparejo electrónico para la entrevista. Corcuera se sienta y el diluvio comienza.

Dos: Políticas, poética del 60 (Poeta)
Bueno el hecho político que sacudió a todo el mundo fue la revolución cubana, nosotros salíamos a defender la revolución, íbamos a sindicatos, a construcción civil, a los gráficos, gritábamos en las calles, o sea, había una militancia. Con respecto a nuestro trabajo, sucede que todo lo que publicábamos en esa época no se ha recopilado. Pero hay cosas que han recogido Cuadernos trimestrales de poesía de Trujillo y algunas otras cosas que han salido en revistas universitarias. Cosas de Cesar calvo, que no las ha recogido en libros. Cesar incluso no ha recogido un libro que no recuerdo como se llamaba pero que ganó por esa época mención honrosa en la Casa de las Américas y luego volvió a ganar otra mención pero con El Cetro de los Jóvenes, que ese sí lo público la Casa de las Américas y que además lo han recogido en sus antologías. Rodolfo Hinostroza no publicó nada, era muy malo en esa época, sí, era muy malo. El de pronto dió la sorpresa con Consejero del lobo. Bueno, ninguno de esos poemas de esa época se recogió, de ninguno.

Final: con el agua hasta (coro)
Corcuera recuerda, relata, conversa y uno se siente con el agua hasta el cuello


Tres: a bordo del arca (poeta)
Te comento que el Noé se publicó porque Javier Sologuren tenía una mesa donde estaban todos los libros que le llagaban y que tenía que revisar. Un domingo llegó Emilio Adolfo Westphalen y este le pregunto que qué iba a publicar. Sologuren le respondió que todavía no había visto, pero que tenía varias cosas de jóvenes poetas y que ahí sobre la mesa estaban. Entonces Westpahlen se puso a ojear y leer, y luego de un rato le dijo: publica este.